Qué pasa cuando ante la existencia de una
legislación para personas con discapacidad, recomendaciones y acuerdos de
accesibilidad, así como de instituciones y asociaciones civiles que se encargan
de gestionar mejores opciones para quienes usan sillas de ruedas, seguimos
encontrando aceras sin rampas, accesos con escalones para restaurantes o
teatros, ausencia de cajones de estacionamiento reservados o cajones tan
pequeños como inútiles, cines cuyos lugares reservados están a un par de metros
de la pantalla donde es imposible disfrutar de la película, aunado a un
sinnúmero de obstáculos físicos. ¿Qué pasa? El problema radica en cómo
entendemos la idea de accesibilidad, pues queda claro que no significa lo mismo
para todos.
Cuando pregunto
“¿Puedo entrar al bar que frecuentas?, ¿Recuerdas los accesos?”, la respuesta
más común es “No sé”, porque no se va por ahí pensado si se puede transitar en
silla de ruedas. Imagina ahora que la respuesta fuese “No estoy seguro, pero
hace días en el bar me senté al lado de una persona en silla de ruedas”. En la
medida que personas con necesidades diferentes concurran en más lugares, éstos
se volverán comunes y todos podrán recordar lugares con accesibilidad[1].
La realidad es que muy pocos conocen los
criterios que definen la accesibilidad y actualmente hay pocos incentivos para
aprenderlos y muchos menos para llevarlos a la práctica. No se trata de poner
rampas para facilitar el camino a personas con discapacidad, sino que todos los
actores de la sociedad compartan las distintas maneras de ver la vida y de esta
manera los espacios urbano y social tengan un significado común para todos que
permita compartir experiencias; así, la integración no será la inserción de
individuos en un grupo, sino la expansión de los grupos sociales de cada uno,
es decir, la cultura y la conciencia social pueden impulsarse a partir de
proyectos de accesibilidad específicos.
Ricardo Tatevari Vázquez Carlos
Red Medular
[1]
Los procesos sígnicos son tales en cuanto
son reversibles, como todos los procesos intelectuales (Piaget, 1968); es decir
uno puede entender un dato informativo cuando este se nos presenta en sus todas
sus posibles condiciones, en este caso, la posibilidad de pensar no solo en un
sujeto con una presencia virtual sino también, en el sujeto presente y las
condiciones materiales que hicieron posible su presencia real. uno puede pasar
del signo a su referente cuando es capaz de efectuar igualmente el camino
inverso.
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